El extranjero

- No, claro que no queremos, pero ¿qué podemos hacer?
 Aquel hombre de pequeña estatura debía haber sido un hombre importante en su comunidad. Apenas hablaba y jamás sonreía. Estiraba su ropa intentando estar lo más presentable posible y por las noches hablaba en sueños en un idioma que yo no conocía.

 Había llegado a Auschwitz en la primavera de 1943.
Todas las mañanas se dirigía a las minas de carbón con un brillo de esperanza en la mirada el cual había desaparecido cuando regresaba cada noche al barracón repitiendo una y otra vez la misma frase :"El trabajo os  hará libres"